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martes, 18 de noviembre de 2014


LA ESPERADA SONRISA




  En la espesura de un pequeño y bonito bosque, en el que mirases por donde mirases todo en el, era calma que a su vez deliberaba en una inmensa y acogedora paz.

En ese pequeño y singular lugar se podía sentir la presencia de esos seres mágicos que habitan en todos y cada uno de esos bosques, donde la naturaleza se deja ver en toda su maravillosa y gran expresión. Esos seres invisibles a los ojos de todos, son los que se encargan con todo el cuidado y amor que les caracteriza de que la vida y creación de toda la naturaleza y sus seres estén siempre en perfecta armonía, que nada ni nadie pueda perturbar o dañar toda es paz y armonía. Algunos de estos seres encantados y mágicos, son conocidos dentro de su mundo como, elfos, hadas y duendes.

Ellos sabían que en aquel especial lugar iba a suceder algo que haría que la vida de todos los habitantes cambiara.
Por eso su mágica presencia en aquel sitio se podía percibir en todos y cada unos de los lugares del pequeño bosque, y en especial la presencia de una pequeña y dulce hada con aspecto de niña, dotada con unas hermosas y ligeras alas rosadas como toda la luz que desprendía de su menudo y mágico cuerpecito. Bloom, -como así se llamaba esta hadita- no era la primera vez que aparecía por el bosque. A ella le encantaba escuchar las fantásticas historias que en las mágicas noches de luna llena el gran búho solía narrar.
Eran innumerables las veces que Bloom hacia acto de presencia por aquel hecho, pero en esta ocasión su visita a aquel pequeño y singular bosque, no era más que la de estimular el despertar del ser que nacía a una nueva vida.
Y todo sucedería en breve, el hecho tendría lugar en un enorme y viejo árbol con grandes y acogedoras grietas en su vieja corteza que hacían de él, el lugar perfecto para la vida de muchos animales. Situado en un bonito lugar del bosque al abrigo de un riachuelo era el sitio perfecto. Allí y desde hacía mucho tiempo habitaba una singular y majestuosa pareja de aves nocturnas. Estos no eran conocidos en aquel bosque por ser búhos reales, -los únicos y más grandes de toda su especie- sino que eran mucho más conocidos por tener la especial habilidad de ser un gran narrador de fantásticas historias en las mágicas noches de luna llena. 
   Pero en este momento toda la atención de los habitantes del bosque, estaba puesta en el acontecimiento más esperado por todos desde hacía mucho tiempo, y como no el más ansiado por la pareja de búhos, y era que en breve tendría lugar el nacimiento de su primera cría, esto sucedería en uno de los más acogedores huecos del gran viejo árbol.

El día estaba llegando a su fin, un anaranjado sol dejaba ver sus últimos rayos del día, el atardecer se habría paso dando lugar a una clara y cálida noche. Rodeado de aquella gran calma el pequeño búho comenzaba a picotear y agrietar el huevo que hasta ahora había sido su refugio para salir y comenzar una nueva vida, su madre le picoteaba y ayudaba hasta que el pequeño búho regordete con las plumas aun húmedas salió por completo, con unos grandes y vivarachos ojos amarillos, el pequeño búho comenzó mira con especial atención todo cuanto había a su alrededor, aleteando como queriendo desperezarse después de un gran y largo sueño. La felicidad de aquella singular pareja de búhos era completa.

Y para sorpresa de ellos, todos los habitantes del bosque quisieron agasajar con un especial e inusual regalo al pequeño búho recién nacido.

Y así fue, como todos los habitantes del pequeño bosque iban visitando y ofreciendo su regalo. El cual pensaba que seria el más bonito y original de todos y cada uno de los regalos ofrecidos.

Sin embargo a medida que iban pasando la sorpresa del Gran Búho se hacía mayor y tanto fue así, que dio la inesperada y sorprendente casualidad de que todos y cada uno de los habitantes coincidieron con el mismo regalo al pequeño búho.
El sorprendente regalo no fue otro más que un bonito y original nombre para el pequeño y recién nacido.

El Gran Búho al verse en tal aprieto y no por ello inmensamente satisfecho, agradeció a todos el detalle, y sin querer que nadie se sintiera ofendido por no poner su nombre al pequeño búho. Les dijo a todos que encontraría una solución justa para aquel pequeño dilema.
Y fue así cuando después de unos cuantos días de pensar en una solución, se le ocurrió una gran idea.

Esta consistía en que cada uno de los habitantes pronunciarían en voz alta el nombre que habían escrito para el pequeño búho, y aquel que le hiciera sonreír sería el nombre elegido.
Todos los habitantes pensaron que era una sabia idea, aceptando de buen grado la proposición del gran búho.  Y así fue como comenzaron a pasar pronunciando uno tras otro un sinfín de bonitos nombres: Kether, Netzach, kelian, Algor, Heltimur… eran algunas de las singulares propuestas. Pero los nombres se terminaron y el pequeño búho no sonreía.

Bloom, que en todo momento había estado presente en todos los acontecimientos ocurridos en esos últimos días, no pudo por más que sabía que debía mantenerse al margen de intervenir en toda decisión. Pero fue mayor el impulso de cariño y amor que sentía por aquel pequeño lo que la llevo a aconsejar al Gran Búho, y a todos los habitantes del bosque. Bloom les tranquilizó con sus palabras diciéndoles que… “no siempre en a vida las cosas ocurren como nosotros deseamos, sino que todo tiene su momento especial el cual no podemos interrumpir”. Y les aclaró que cuando menos lo esperasen y en el momento más oportuno surgiría el nombre con el cual el pequeño búho sonreiría.
Fue así con estas bonitas palabras que tanto el Gran Búho como los habitantes del pequeño bosque se tranquilizaron y dejaron que la naturaleza siguiera su curso.
La pequeña y encantadora hada andaba de un lado a otro contenta y feliz regalando toda su magia y amor y cuidando todo cuanto se encontraba en su camino sin olvidar al pequeño búho pero la alegría de Bloom en estos momentos era mayor, pues sabía que muy pronto tendría lugar el feliz desenlace.
Sabía que la esperada sonrisa del pequeño búho, sería la alegría de todos, y que esto ocurriría muy pronto y de forma muy bonita e inesperada para todos.
Las noches cada vez eran más claras y estrelladas, la luna pronto volvería a estar en su máximo esplendor dando calidez con su mágica luz a las bonitas y claras noches de Marzo, mes en el que todo en la naturaleza se preparaba para recibir a la primavera y con ella todo un montón de mágicos cambios.
Era una de esas singulares y bonitas noches, en las que el Gran Búho se encontraba narrando una de sus muchas fantásticas historias, animado y solicitado por todos los habitantes del pequeño bosque. Al abrigo de una de las ramas del gran árbol viejo, situado en un estratégico lugar desde donde era visto y escuchado con gran facilidad por todos.
El Gran Búho se encontraba en lo más interesante de su relato cuando inesperadamente al pronunciar el nombre de un elfo protagonista de su historia, y sin que nadie lo esperara el pequeño búho sonrió para el asombro de todos. El especial nombre que hizo esbozar la esperada sonrisa fue el de “Owl”, un nombre que al pronunciarlo se asemejaba tanto al pequeño búho, que parecía que estuviese pensado y mágicamente pronunciado para él. Y quién sino mejor que el Gran Búho narrador de historias, cuentos y fábulas fantásticas el que pronunciara un bonito nombre para su tan esperado hijo.

Bloom estaba feliz y contenta por como se había desarrollado todo en aquel pequeño y encantador bosque.


Mientras se alejaba a otro bonito lugar donde requerían su presencia Bloom pensaba… que todo en la vida sucede de una forma mágica e inusual, siempre y cuando no intentamos hacer que las cosas ocurran, sino cuando dejamos que simplemente sucedan por su propia naturaleza...


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